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miércoles, 2 de marzo de 2011

No se permite la entrada a perros ni a homosexuales

Mendigo:

Siempre son los mismos y a la misma hora, a veces parece que de verdad no recuerdan nada, no hay culpa en sus ojos y ni un atisbo de vergüenza, a veces les ha quedado gustando y regresan por su porción semanal.
Me toca verlos cada ocho días cómo llegan bien vestiditos y oliendo a dignidad, en sus ojos aun anida la esperanza que se ha ido alimentando durante el trascurso de la semanal. Llegan temprano, cualquier cosa puede suceder, pero por lo general nunca sucede lo que sus ojos anhelan. Ebrios y drogados salen a las tres de la mañana, el tiempo apremia, ya no hay mucho de donde escoger y los que tienen suerte consiguen compañía en el último instante, después, las calles están vacías, el silencio golpea más fuerte que el ruido, y se siente la soledad. Por lo general son los más viejos, que después de despedirse de sus amigos regresan a la realidad de su aislamiento.
Caminando o en sus carrozas dan vueltas por los mismos sitios buscando verga, pero a esa hora lo mejor ya habita en los moteles y las residencias,  el afterparty hace rato empezó sin ellos, queda la escoria, lo más barato, y una loca nunca quiere tener lo más barato.

Son tan decentes hasta para pedir verga, que me da risa. De día no tienen ninguna consideración con nadie, de noche son ellos los que tienen hambre y tienen que pedir, son víctimas del desprecio, del peor del mundo, despreciados por los desechables, por los locos, por la escoria,
-deme 5 lukas- les digo y ellos se arrodillan y sus bocas reciben una polla que ni un hombre como yo se atrevería a tocar ni por plata. Sus pulcras bocas de almuerzo en el andino me limpian la verga de una semana de uso, cuando terminan y se tragan lo que han pagado, se levantan más hambrientas que antes, pagarían por una repetición, pero son casi las 6 de la mañana y pronto va a amanecer, recogen su dignidad del piso y se la ponen de vuelta para que siga adornando sus infectos egos, y caminando apretaditos regresan a su casa a lavarse los dientes y a tratar de dormir para olvidar lo sucedido, tal vez se masturban o se dan dedo, si la culpa no los sobrecoge. Y se duermen, otra semana empieza y de nuevo la esperanza comienza a crecer.

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