La botella de vino estaba casi vacía, sin embargo quedaban todavía unas cuantas gotas dentro para llenar el hoyuelo de su ombligo, era poco, pero su sabor era tan delicioso que solo ese trago hubiera bastado para justificar una espera de mil noches, y mil amaneceres. las ultimas gotas del dulce vino fueron a dar en sus labios. y con la gota final se acercó a mi boca, atrevida y transgresora. No puedo evitar sonreír cuando recuerdo como cerraba sus ojos mientras lo besaba, tal vez porque siempre lo hace, tal vez solo para sentir y olvidarse que era un hombre quien lo estaba besando y no una mujer como hubiera deseado, aunque estoy seguro que también había esperado toda la noche y tal vez unas cuantas noches más por ese beso.
A los pocos segundos lo tenía completamente desnudo y mi boca había pasado de su ombligo a su sexo, lo que tal vez no le habrá de gustar tanto una vez haya pasado el asombro, la sorpresa y la excitación y tenga tiempo para meditar y ahondar en razonamientos lógicos. Pero tenía que aprovechar la oportunidad, es el tipo de hombre que se arrepiente de sus actos y se culpa por haberlos hecho y era ese y no otro el chance que tenía para probar su cuerpo. Sé que sintió desnudo, incomodo, intento cubrirse dos veces con una sábana, (creo que se sentía avergonzado por el tamaño de su pene) pero lo descubrí inmediatamente, no podía darle rienda suelta a sus emociones, hubiéramos perdido los dos y al menos sé que nunca olvidará mis trasgresiones.
Estoy más que seguro que lo disfrutó, era algo que no podía evitar, tampoco parecía querer aparentar lo contrario y su satisfacción fue mi satisfacción, lo que haya pensado después, son solo maquinaciones de aquella mente que lo censura y lo orilla a una normalidad de la cual esta asqueado, pero de la que no puede escapar, sé que me quiere, al menos ese sentimiento se desborda más allá de lo que un hombre puede permitirse sentir por otro y más cuando ese otro ya ha roto las barreras de la sexualidad, confrontándolo continuamente con su construcción.
Estuvo al borde del abismo, a unos cuantos centímetros de lanzarse, pero lo salvo la campana, literalmente, tres toques en la puerta. Su madre tocaba, era su mejor amigo al teléfono. Una vez más su mama y su rutina lo salvaban de encontrarse cara a cara con la verdad de sus sentimientos.
Es un niño, a pesar de ser mayor, inspira tanta ternura que me gustaría abrazarlo la noche entera y cubrirlo de besos y caricias mientras llora por el tiempo perdido. Tiene unos ojos que inspiran tanta bondad, tanta necesidad de afecto y de cariño, que me recuerdan que tal vez los míos lo miraban de la misma manera, pero siempre recordaba que soy un actor, y más aún, que soy más fuerte, un acechador y no iba permitirle a mis emociones dominarme, estaba siendo estratégico, sin dejar de ser sincero, sabía que la paciencia y la falta de compasión eran mis única herramientas, con el tiempo suficiente su corazón se abriría para mí y también sus labios, que era lo que más deseaba de él: sus labios. Fue un buen juego, logre lo que quería y ninguno de los dos perdió.
Ya quisiera yo que el perdiera todo eso que cree que tiene, para que ganara más de lo que se imagina, pero no pude hacérselo comprender, también tengo mucho miedo y desconfió de mi poder de acercarlo al amor, tal vez porque puede sufrir mucho y le convenga más vivir en la mentira, el abismo es un paso que debe dar el solo, yo lo acerco, el salta.
Dos fuerzas igual de poderosas de entrelazan dentro de mí, una fuertemente masculina y otra débilmente placentera y femenina, las dos formas de un equilibrio que se desequilibran a mi favor y que estoy a prendiendo a dosificar, allí radica mucho de mi poder, no sé si él lo entienda lógicamente, pero sé que lo percibe y me trata de manera especial, como a una novia, pero no me miente como a una mujer, tal vez me mienta y me invente paisajes, pero, quien no lo hace cuando intenta enamorar. Soy débil, pero la debilidad es íntima y exclusiva, ahora la estoy confesando, pero él nunca lo sabrá, los hombres nunca admiten su debilidad, eso es exclusivo de las mujeres, es su mejor forma de manipulación, sobre todo cuando son extremadamente bellas, la extraña y contradictoria vulnerabilidad de la belleza.
Recuerdo ver que sus ojos al mirarme deseaban que mi lugar estuviera una mujer. Si tan solo yo tuviera una vagina, y no un pene, así de escueto me lo dijo y me causo mucha gracia, fue un bonito piropo y me sentí halagado. No puedo y tampoco deseo luchar tan directamente y con la palabra como una arma, contra su prejuicio, prefiero dejar que el mismo se persuada de que está equivocado, y si no lo hace, pues como dice el refrán "no hay peor ciego que el que no quiere ver"
Tengo que reconocer que pudo haber sido diferente si mi timidez no me hubiera inhibido, recuerdo que por un instante estuve encima suyo y roce mi pene con el suyo y me dio mucha risa, sentía que me estaba aprovechando de mi víctima, que en ese momento estaba indefensa y a mi voluntad, pero me arrepentí y simplemente me retire y lo trate con el respeto que un hombre trata a una virgen, no era yo, o tal vez no el momento para hacerlo, el round one.
Sus manos estaban a cada lado de su cuerpo y él rígido, asustado, nervioso, como si una cuerda invisible lo tuviera atado a la cama, posiblemente deseaba que algo lo salvara de caer en el abismo a donde se acercaba peligrosamente. En ningún momento intento tocarme, algo se lo impedía, algo que se estaba sintiendo amenazado y se resistía a perder poder, pero sus labios lo contradecían, recibía mis besos como quien bebe con mucha sed unas pocos sorbo de agua, era un instante eterno, que en cualquier momento desaparecería, y no había tiempo para perder, me besaba como si fuera la primera y ultima vez.
No puedo asegurar que yo haya sido el primer hombre al que beso o que lo beso, además la experiencia y las estadísticas desmienten esa vanidad, pero esa ingenuidad en su forma de proceder me dieron la certeza de que era diferente conmigo.
Entendí a los hombres que anhelan un virgo, es una sensación que hasta ese momento no había experimentado, para mí la virginidad en una mujer es algo de lo que huyo, no me gusta el pudor y la moralidad, pero por esta vez comprendí lo hermoso de la inocencia, y así lo deje: inocente.
Después que su mama irrumpiera con el teléfono, recordamos el pecado original, la culpa por el placer y por probar del fruto prohibido, se levantó, se vistió rápidamente y mientras hablaba por teléfono evitaba mirarme, tanto que puso su mano para que lo tapara si sus ojos lo traicionaban y me regalaban una corta mirada. Cuando colgó, la incomodidad de la realidad recobrada impidió retomar donde habíamos quedado.
Pronuncio la frase que todos los hombres sin falta me han dicho después de: "no le vas a contar a nadie", frase que por cierto me ofende, pero trate de entenderlo y me despedí, con ganas de darle un último beso, pero ya no era posible, cada cual se iba con su recuerdo y con su porción de experiencia, tal vez muy diferentes entre sí, ojala el miedo no lo aleje tanto que ya no lo vuelva a ver.