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miércoles, 2 de marzo de 2011

No se permite la entrada a perros ni a homosexuales

Escena 5

Travesti:

Hace varios días que no salgo a la calle, cada vez está peor y más peligrosa, sobre todo para seres como yo. Con ese tipo suelto es mejor no dar papaya. Pero hoy, hoy es una noche especial, ¡¡¡hay clásico en el campin!!! Con lo que me hago una noche de clásico puedo sobrevivir una semana o más.
Después de las 10 de la noche las calles se llenan de trogloditas, de homo sapiens, de bestias dominadas por el instinto. En bandadas deambulan excitados hasta el límite por el alcohol, las drogas y el futbol. Tanta testosterona junta es imposible de resistir. Algunos salen excitados por el placer de la victoria con poder suficiente para tomarse el mundo, los otros tristes y decepcionados, rabiosos a causa del fracaso, buscan consideración y algo con que desquitarse.
Cualquiera que sea el resultado para mi es ganancia. Es el día libre del inconsciente. Lo que suceda esta noche, quedara como siempre en ese lado del cerebro que acumula los recuerdos que no han de recordarse jamás.
Esta noche no damos a basto. Siempre hay uno que otro avispado que pretende irse sin pagar, ofendido en su orgullo de machote, después que eyacula, olvidando que segundos antes sin pudor, jadeando arrecho y aun borracho pedía más y más verga. Pero yo voy preparada para esos valientes que olvidan la cortesía que hay que tener frente a una fémina. Ya no les temo.
Hay los hombres… los hombres, los hombres
Esa palabra ha perdido la resonancia que alguna vez me hizo vestirme de mujer y salir de noche a caminar entre las sombras. Para mí los hombres ya no existen, al menos eso que yo creía que era un hombre. Las mujeres, pobrecitas creen que tienen la verdad sobre ellos, y se jactan de su engaño. Si existe una verdad sobre ellos, la tenemos nosotras, que seguimos habitando entre las sombras, de noche y en los rincones oscuros por donde solo un hombre se atrevería a pasar. Continuamos sumidas en la marginalidad donde ellos mismo nos han relegado, donde pretenden mantener escondida su más aberrante creación, por ellos somos menos que una persona, poco más que un monstruo, objetos de placer, el reducto de siglos y siglos de masculinidad y represión. No les conviene que algún día seamos libres, que aparte de tener boca, tengamos voz. La palabra libertad al igual que la palabra hombre están aún por redefinir. Podríamos decir que toda libertad es oscura y se confunde infaliblemente con la libertad del sexo, que es oscura también.

Si mañana continúo viva habré ganado. Volveré al terreno del olvido, al hueco donde nos mantienen milenios de dominación masculina.  Pero la verdad no me quejo, me gusta mi trabajo, no habría otro que pudiera hacer mejor, de hecho no hay otro trabajo que pueda hacer. Esta noche muchos no llegaran a comer,  sus pobrecitas mujeres se quedaran en casa delirando con la posibilidad que las sabanas que caliente su machote sean las de otra. lo que no se imaginan, o débilmente les pasa por la mente es que puede ser peor.

No se permite la entrada a perros ni a homosexuales

Escena 12

Lugar indefinido, una bodega oscura, cuelgan ganchos del techo. Un joven o un travesti  está amarrado a una silla, tiene una mordaza en la boca y pareciera pedir ayuda o estar drogado, entra el hombre que antes estaba sentado observando el show, trae una vara en su mano, se para de frente al joven amarrado, ambos están desnudos o semi desnudos, está muy oscuro. Empieza a golpearlo en la cara con las manos y en el cuerpo con la vara repetidamente hasta que el joven cae muerto o inconsciente.  Impávido enciende un cigarrillo y mientras se lo fuma habla.

Asesino: algunas veces aguantan más, inmersos en su estado de inconsciencia ya no reconocen la vigilia del sueño, el dolor parece que desaparece por completo y el temor también. La experiencia se vuelve trascendental, intuyen la cercanía de la muerte y luchan por mantenerse en ese estado donde dejan de ser humanos, pero en el que aún tienen cuerpo. Esa última experiencia es corporal y meta corporal.

Antes de morir pueden dar une pequeña mirada a eso que se intuye y se presiente y regresar para añorarla. Cuando lo han hecho, se puede ver en sus ojos que han visto más alla de esta realidad. Dejarlos vivos seria cruel. Piden a gritos mudos que no los deje regresar, que termine lo que he empezado, me aseguran que es eso lo que han estado buscando impacientemente y que a veces confunden con el amor. Es prácticamente un suicidio. Mis manos son controladas por su deseo, no es mi voluntad, es la suya, ellos piden y yo concedo, es un acto consensuado y libre.

No soy yo quien los encuentra, son ellos los que me buscan y me llaman a gritos susurrados  en las noches, por los callejones oscuros de la ciudad. Tengo una verga de carnada.

El proceso es sencillo, Primero está el deseo, una idea que inconscientemente se aloja en su inconsciente durante sus sueños, el lenguaje es libre y a través de ellos me buscan, su alma me pide una experiencia más trascendental que el sexo. Llegan aquí por su propia voluntad, a veces creen que es mera curiosidad, pero no, han hecho ya muchos pedidos para estar aquí.

Aunque parece no es un acto violento. No se puede violentar lo que es permisivo y permitido. Es su espíritu que necesita la experiencia, vaya uno a saber porque, yo solo ejecuto.
Afuera  los medios de comunicación y las estadistas escandalizan a la opinión pública, sin importarles nada más que la repercusión económica de la noticia y las posibilidades de explotación. Estos seres cuando llegan a mí ya no le importan a nadie, ni siquiera a sí mismos, sus muertes son significativas en cantidad, y de eso es lo que se aprovechan. Hablan de crimen, de asesino en serie, de seguridad pública. No soy un riesgo para la sociedad, ni para la infancia, si usted no ha tomado la decisión de ser víctima, no tiene por qué temer.
No hay crimen cuando quien muere hace rato que ya estaba muerto y solo estaba esperando el momento perfecto. No soy la mano izquierda de dios, no creo en dios, simplemente entiendo mi naturaleza y me entrego a ella.
El camino de cada cual es diferente, pero todos vamos detrás de las mismas cosas, sus miradas nunca me desmienten. Su cuerpo es solo un empaque del que hay que deshacerse, ya no queda nada valioso de ellos una vez mueren, para que tener consideraciones inútiles con él, de todas maneras se va a pudrir, que sigan alimentando las estadísticas. La verdad una vez se desvaneces ya no me importan.

No se permite la entrada a perros ni a homosexuales

Mendigo:

Siempre son los mismos y a la misma hora, a veces parece que de verdad no recuerdan nada, no hay culpa en sus ojos y ni un atisbo de vergüenza, a veces les ha quedado gustando y regresan por su porción semanal.
Me toca verlos cada ocho días cómo llegan bien vestiditos y oliendo a dignidad, en sus ojos aun anida la esperanza que se ha ido alimentando durante el trascurso de la semanal. Llegan temprano, cualquier cosa puede suceder, pero por lo general nunca sucede lo que sus ojos anhelan. Ebrios y drogados salen a las tres de la mañana, el tiempo apremia, ya no hay mucho de donde escoger y los que tienen suerte consiguen compañía en el último instante, después, las calles están vacías, el silencio golpea más fuerte que el ruido, y se siente la soledad. Por lo general son los más viejos, que después de despedirse de sus amigos regresan a la realidad de su aislamiento.
Caminando o en sus carrozas dan vueltas por los mismos sitios buscando verga, pero a esa hora lo mejor ya habita en los moteles y las residencias,  el afterparty hace rato empezó sin ellos, queda la escoria, lo más barato, y una loca nunca quiere tener lo más barato.

Son tan decentes hasta para pedir verga, que me da risa. De día no tienen ninguna consideración con nadie, de noche son ellos los que tienen hambre y tienen que pedir, son víctimas del desprecio, del peor del mundo, despreciados por los desechables, por los locos, por la escoria,
-deme 5 lukas- les digo y ellos se arrodillan y sus bocas reciben una polla que ni un hombre como yo se atrevería a tocar ni por plata. Sus pulcras bocas de almuerzo en el andino me limpian la verga de una semana de uso, cuando terminan y se tragan lo que han pagado, se levantan más hambrientas que antes, pagarían por una repetición, pero son casi las 6 de la mañana y pronto va a amanecer, recogen su dignidad del piso y se la ponen de vuelta para que siga adornando sus infectos egos, y caminando apretaditos regresan a su casa a lavarse los dientes y a tratar de dormir para olvidar lo sucedido, tal vez se masturban o se dan dedo, si la culpa no los sobrecoge. Y se duermen, otra semana empieza y de nuevo la esperanza comienza a crecer.
…Otra Mujer araña
Ahora que la asesina cínica  ve el cadáver desparramado en el piso, se enjuaga la sangre que aún le queda en las manos y en el cuchillo, sonríe con rabia, escupe al occiso, deja caer una pequeña e insignificante lagrima y lo culpa por haberse dejado matar.

CENICIENTA
Narrador: Había una vez, en un pequeño y acogedor pueblo, un hombre muy bueno y gentil, amado y apreciado por todos por ser el doctor de la aldea. Hacía poco tiempo que había perdido a su esposa, una virtuosa mujer, la mejor del mundo, de una enfermedad inexplicable  de la que nadie nunca supo nada y  de la que ni aun el gran conocimiento del doctor pudo salvarla. Juntos tenían una hermosa hija con las virtudes y belleza de su madre,  que pronto cumpliría doce años de edad.
Adolorido y en riguroso luto el doctor se refugió en el cariño que le prodigaba a su hija, la cual pocas veces dejaba salir o asomar a la ventana por temor a que su belleza atrajera el deseo de los hombres y perdiera asi lo único que ahora le daba sentido a su vida.
Poco después del cumpleaños de la bella joven, su padre, pensando en la educación de su hija decidió casarse con una prestante mujer de sociedad, de grandes valores y principios morales, religiosa y devota. Tenía dos hijas, fiel reflejo de su madre y quienes, pensaba el padre, serian de gran ayuda y compañía para su joven hija.

Cenicienta: (preparando una bebida) papa cerdo se preocupa mucho de su hijita, todas las noches cuando llega del trabajo se detiene en su cuarto para cerciorarse que este arropada y bien dormida y contarle cuentos de hadas. Suavemente se desliza dentro de su cobija y abraza dulcemente a su hija. -Las niñas de bien duermen sin ropa interior- Siempre le dice. Y papa cerdo la besa y la abraza tiernamente todas las noches antes de ir a dormir, se frota a su espalda y con su aliento le quita el frió de su cuerpo.
Papa cerdo es muy bueno, papa cerdo ama a su hija.

Pero papa cerdo no sabe que su pequeña hija ya creció y no quiere escuchar más cuentos de hadas, que le produce ganas de vomitar su aliento a tufo cuando le habla, que siente asco de sus grandes dedos callosos y peludos, de sus caricias rasposas en la espalda y de su feo y torcido pene. Pero esta noche la niña buena le dará un regalo muy especial a su papaíto, esta noche se hará una mujer.
Narrador: Inexplicablemente esa noche el padre murió en su lecho de una gran indigestión, vomitando bilis y gusanos negros por su boca fétida y pútrida.
Pero cenicienta no fue libre, una vez muerto su padre, su cristiana madrastra se apropió de la casa y la encerró en la habitación más oscura y recóndita de la casa y la obligaba a realizar las tareas más degradantes para una joven de su clase.

Cenicienta: una vez que lo has hecho la primera vez, la segunda se convierte en un reto mayor y más placentero, matarlas no será sencillo, tienen que ser las tres a la vez y de una sola. No será la justicia, ni dios, ni nadie más que yo quien les dará su castigo.
Quieren masajes vaginales, los tendrán, quieren falos en sus negras conchas olorosas a rancio, los tendrán, quieren que me les mee encima y me les cague encima, pues tendrán mi mierda y mis orines en su boca y en sus heridas, quieren verme gemir de placer, pues será lo último que escuchen sus diabólicos oídos antes de mandarlas al infierno.
Narrador: Y todas las noches cenicienta le pedía a su hada madrina que le cumpliera su deseo, no había nada más en el mundo que ella anhelara con más ansia.
Hasta que un día, por fin, sus suplicas fueron escuchadas y apareció en el pueblo un hermoso hombre, príncipe de un reino glorioso de antaño, que buscaba una mujer de bien para hacerla su esposa. Pedía conocer a las doncellas más prestantes del pueblo entre las cuales escogería la futura soberana de su reino.
Cenicienta era la joven más bella del pueblo y sabía en su corazón todo lo necesario para complacer a un hombre, lo había aprendido de su padre, y una noche oscura escapo de su encierro con la ayuda de pequeños seres oscuros que la acompañaban en su odio y corrió hasta donde el príncipe se encontraba, una vez llego lo amenazó con cortarle con cuchillo la garganta si no prometía a cambio de todas sus posesiones y herencia casarse con ella.

Cenicienta: Sucio cerdo bastardo, andas en búsqueda de un joven y virginal coño para desflorar despiadadamente la noche de bodas hasta que sangre y manche las níveas sabanas reales y solo volverlo a tocar cuando tus instintos de procreación te lo pidan?
Yo te prometo el coño más hermoso de todo el reino, acompañado de grandes títulos nobiliarios y posesiones ancestrales. Yo sé que eso es lo que les interesa a los hombres como tú, sucia rata pelona de la basura: poseer, acumular, coleccionar pertenencias y atesorar cosas hermosas. Te prometo mi coño ceniciento, mis florecientes tetas, mi juventud en pleno y toda la experiencia de una puta de profesión adiestrada de la mejor manera por su cochino padre, a cambio solo de que me libere del encierro en el que vivo. Prefiero ser casi libre al lado de un hombre, que esclava y presa de la envidia y las pasiones femeninas. Si no lo prometes ante dios o ante el demonio o ante el que quiera, en este mismo instante tu cabeza dejara de ser parte de tu cuerpo y tu sangre impía teñirá banalmente las cortinas y estos harapos que son mi única vestimenta y te iras a los infiernos sin llegar a ser rey.
Narrador:  El príncipe asombrado, aceptó y cenicienta escapo de nuevo antes que diera la media noche, corrió tan rápido entre la negrura del bosque que dejo caer su pequeña alpargata en el camino, el príncipe corrió tras ella lo más velozmente que pudo, pero lo único que le quedo de la hermosa joven fue el recuerdo de unos ojos ardientes de odio y  la pequeña alpargata.
A la mañana siguiente el príncipe público un edicto en donde mandaba a que todas las doncellas del reino se midieran la alpargata que por su tamaño extremadamente pequeño solo podría tener una sola dueña -a quien le quedara la alpargata seria recompensada con un matrimonio real-.
Tristemente, a ninguna doncella del pueblo le quedo la alpargata, muchas se negaban a siguiera medírsela alegando que nunca usarían pieza de tan poco valor. Finalmente, quedaban las dos hermanastras de cenicienta que contra todos los obstáculos harían que sus juanetudos pies entraran en la asquerosa chancleta.
La primera de las dos decidió cortarse el dedo godo del pie, pero aun así era demasiado ancho para poder encajar, la segunda y más joven de las dos optó por devanarse el talón con un cuchillo, fácilmente la chancla se deslizo por su pie, lo que causo la alegría de la madrastra y la envidia de su hermana que al no soportar la suerte de la menor, la delato con el príncipe. Este, indignado mando que les cortaran ambos pies a las dos hermanas con un hacha.
Encolerizada e impotente, carcomida por la rabia, la madrastra acuso a Cenicienta de ser la maquinadora de la fatal idea, presentándola haraposa frente al joven príncipe. Este sin reconocerla la sentencio a la misma suerte de sus hermanastras si la alpargata no calzaba en su pie. Milagrosamente la sandalia calzaba perfectamente, lo que causo el asombro y fascinación de todos los asistentes. Durante la confusión cenicienta aterrorizada ante el hecho de morir antes de llevar a cabo su venganza, se lanzó hacia el verdugo arrebatándole de las manos el hacha y a sangre fría  le asesto un hachazo en el cuello de la madrastra, mandando su cabeza a volar por los aires, luego desmembró una por una la cabeza de las  malvadas hermanastras inválidas.
Instantáneamente el príncipe reconoció el gran odio en los ojos de cenicienta, que brillaban como Venus en las noches más oscuras, cayendo perdidamente enamorado de ella, y cumpliendo su promesa se casó con cenicienta y vivieron felices y comieron perdices…hasta que ella lo mato una noche de la misma manera que había matado a su padre.

ROUND ONE

 La botella de vino estaba casi vacía, sin embargo quedaban todavía unas cuantas gotas dentro para llenar el hoyuelo de su ombligo, era poco, pero su sabor era tan delicioso que solo ese trago hubiera bastado para justificar una espera de mil noches, y mil  amaneceres. las ultimas gotas del dulce vino fueron a dar en sus labios. y con la gota final se acercó a mi boca, atrevida y transgresora. No puedo evitar sonreír cuando recuerdo como cerraba sus ojos mientras lo besaba, tal vez porque siempre lo hace, tal vez solo para sentir y olvidarse que era un hombre quien lo estaba besando y no una mujer como hubiera deseado, aunque estoy seguro que también había esperado toda la noche y tal vez unas cuantas noches más por ese beso.
 A los pocos segundos lo tenía completamente desnudo y mi boca había pasado de su ombligo  a su sexo, lo que tal vez no le habrá de gustar tanto una vez haya pasado el asombro, la sorpresa y la excitación y tenga tiempo para meditar y ahondar en razonamientos lógicos.  Pero tenía que aprovechar la oportunidad, es el tipo de hombre que se arrepiente de sus actos y se culpa por haberlos hecho y era ese y no otro el chance que tenía para probar su cuerpo. Sé que sintió desnudo, incomodo, intento cubrirse dos veces con una sábana, (creo que se sentía avergonzado por el tamaño de su pene) pero lo descubrí inmediatamente, no podía darle rienda suelta a sus emociones, hubiéramos perdido los dos y al menos sé que nunca olvidará mis trasgresiones.
 Estoy más que seguro que lo disfrutó, era algo que no podía evitar, tampoco parecía querer aparentar lo contrario y su satisfacción fue mi satisfacción, lo que haya pensado después, son solo maquinaciones de aquella mente que lo censura y lo orilla a una normalidad de la cual esta asqueado, pero de la que no puede escapar, sé que me quiere, al menos ese sentimiento se desborda más allá de lo que un hombre puede permitirse sentir por otro y más cuando ese otro ya ha roto las barreras de la sexualidad, confrontándolo continuamente con su construcción.
Estuvo al borde del abismo, a unos cuantos centímetros de lanzarse, pero lo salvo la campana, literalmente, tres toques en la puerta. Su madre tocaba, era su mejor amigo al teléfono. Una vez más su mama y su rutina lo salvaban de encontrarse cara a cara con la verdad de sus sentimientos.
 Es un niño, a pesar de ser mayor, inspira tanta ternura que me gustaría abrazarlo la noche entera y cubrirlo de besos y caricias mientras llora por el tiempo perdido. Tiene unos ojos que inspiran tanta bondad, tanta necesidad de afecto y de cariño, que me recuerdan que tal vez los míos lo miraban de la misma manera, pero siempre recordaba que soy un actor, y más aún, que soy más fuerte, un acechador y no iba permitirle a mis emociones dominarme, estaba siendo estratégico, sin dejar de ser sincero, sabía que la paciencia y la falta de compasión eran mis única herramientas, con el tiempo suficiente su corazón se abriría para mí y también sus labios, que era lo que más deseaba de él: sus labios. Fue un buen juego, logre lo que quería y ninguno de los dos perdió.

Ya quisiera yo que el perdiera todo eso que cree que tiene, para que ganara más de lo que se imagina, pero no pude hacérselo comprender, también tengo mucho miedo y desconfió de mi poder de acercarlo al amor, tal vez porque puede sufrir mucho y le convenga más vivir en la mentira, el abismo es un paso que debe dar el solo, yo lo acerco, el salta.
Dos fuerzas igual de poderosas de entrelazan dentro de mí, una fuertemente masculina y otra débilmente placentera y femenina, las dos formas de un equilibrio que se desequilibran a mi favor y que estoy a prendiendo a dosificar, allí radica mucho de mi poder, no sé si él lo entienda lógicamente, pero sé que lo percibe y me trata de manera especial, como a una novia, pero no me miente como a una mujer, tal vez me mienta y me invente paisajes, pero, quien no lo hace cuando intenta enamorar. Soy débil, pero la debilidad es íntima y exclusiva, ahora la estoy confesando, pero él nunca lo sabrá, los hombres nunca admiten su debilidad, eso es exclusivo de las mujeres, es su mejor forma de manipulación, sobre todo cuando son extremadamente bellas, la extraña y contradictoria vulnerabilidad de la belleza.
Recuerdo ver que sus ojos al mirarme deseaban que mi lugar estuviera una mujer. Si tan solo yo tuviera una vagina, y no un pene,  así de escueto  me lo dijo y me causo mucha gracia, fue un bonito piropo y me sentí halagado. No puedo y tampoco deseo luchar tan directamente y con la palabra como una arma, contra su prejuicio, prefiero dejar que el mismo se persuada de que está equivocado, y si no lo hace, pues como dice el refrán "no hay peor ciego que el que no quiere ver"
 Tengo que reconocer que pudo haber sido diferente si mi timidez no me hubiera inhibido, recuerdo que por un instante estuve encima suyo y roce mi pene con el suyo y me dio mucha risa, sentía que me estaba aprovechando de mi víctima, que en ese momento estaba indefensa y a mi voluntad, pero me arrepentí y simplemente me retire y lo trate con el respeto que un hombre trata a una virgen, no era yo, o tal vez no el momento para hacerlo, el round one.
 Sus manos estaban a cada lado de su cuerpo y él  rígido, asustado, nervioso, como si una cuerda invisible lo tuviera atado a la cama, posiblemente deseaba que algo lo salvara de caer en el abismo a donde se acercaba peligrosamente. En ningún momento intento tocarme, algo se lo impedía, algo que se estaba sintiendo amenazado y se resistía a perder poder, pero sus labios lo contradecían, recibía mis besos como quien bebe con mucha sed unas pocos sorbo de agua, era un instante eterno, que en cualquier momento desaparecería, y no había tiempo para perder, me besaba como si fuera la primera y ultima vez.
 No puedo asegurar que yo haya sido el primer hombre al que beso o que lo beso, además la experiencia y las estadísticas desmienten esa vanidad, pero esa ingenuidad en su forma de proceder me dieron la certeza de que era diferente conmigo.
Entendí a los hombres que anhelan un virgo, es una sensación que hasta ese momento no había experimentado, para mí la virginidad en una mujer es algo de lo que huyo, no me gusta el pudor y la moralidad, pero por esta vez comprendí lo hermoso de la inocencia, y así lo deje: inocente.

Después que su mama irrumpiera con el teléfono, recordamos el pecado original, la culpa por el placer y por probar del fruto prohibido, se levantó, se vistió rápidamente y mientras hablaba por teléfono evitaba mirarme, tanto que puso su mano para que lo tapara si sus ojos lo traicionaban y me regalaban una corta mirada. Cuando colgó, la incomodidad de la realidad recobrada impidió retomar donde habíamos quedado.
 Pronuncio la frase que todos los hombres sin falta me han dicho después de: "no le vas a contar a nadie", frase que por cierto me ofende, pero trate de entenderlo y me despedí, con ganas de darle un último beso, pero ya no era posible, cada cual se iba con su recuerdo y con su porción de experiencia, tal vez muy diferentes entre sí, ojala el miedo no lo aleje tanto que ya no lo vuelva a  ver.